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Declaración del llanto del bebé

Declaración del llanto del bebé

Cuando un recién nacido aprende en una sala de nido que es inútil gritar… está sufriendo su primera experiencia de sumisión.

Michel Odent

Hombres y mujeres, científicas y profesionales que trabajamos en distintos campos de la vida y del conocimiento, madres y padres preocupados por el mundo en el que n​uestros hijos e hijas van a crecer, hemos creído necesario hacer la siguiente declaración:

Es cierto que es frecuente que los bebés de nuestra sociedad occidental lloren, pero no es cierto que «sea normal». Los bebés lloran siempre por algo que les produce malestar: sueño, miedo, hambre, o el más frecuente, y que suele ser causa de los anteriores, la falta del contacto físico con su madre u otras personas del entorno afectivo.

El llanto es el único mecanismo que los bebés tienen para hacernos llegar su sensación de malestar, sea cual sea la razón del mismo; en sus expectativas, en su continuum filogenético no está previsto que ese llanto no sea atendido, pues no tienen otro medio de avisar sobre el malestar que sienten ni pueden por sí mismos tomar las medidas para solventarlo.

El cuerpo del bebé recién nacido está diseñado para tener en el regazo materno todo cuanto necesita, para sobrevivir y para sentirse bien: alimento, calor, apego; por esta razón no tiene noción de la espera, ya que estando en el lugar que le corresponde, tiene a su alcance todo cuanto necesita; el bebé criado en el “cuerpo a cuerpo” con la madre desconoce la sensación de necesidad, de hambre, de frío, de soledad, y no llora nunca. Como dice la norteamericana Jean Liedloff, en su obra The Continuum Concept, el lugar del bebé no es la cuna ni la sillita ni el cochecito, sino el regazo humano. Esto es cierto durante el primer año de vida; y los dos primeros meses de forma casi exclusiva (por eso la antigua famosa «cuarentena» de las recién paridas); luego, los regazos de otros cuerpos del entorno pueden ser sustitutivos algunos ratos. El propio desarrollo del bebé indica el fin del periodo simbiótico, cuando el bebé empieza a andar; entonces empieza poco a poco a hacerse autónomo y a deshacerse el estado simbiótico.

La verdad es obvia, sencilla y evidente

El bebé lactante toma la leche idónea para su sistema digestivo y además puede regular su composición con la duración de las tetadas, con lo cual el bebé criado en el regazo de la madre no suele tener problemas digestivos.

Cuando la criatura llora y no se le atiende, llora con más y más desesperación porque está sufriendo. Hay psicólogos que aseguran que cuando se deja sin atender el llanto de un bebé más de tres minutos, algo profundo se quiebra en la integridad de la criatura, así como la confianza en su entorno.

Las madres y los padres, aunque nos han educado en la creencia de que “es normal que los niños lloren” y que “hay que dejarles llorar para que se acostumbren”, y por ello estamos especialmente insensibilizadas para que su llanto no nos afecte, a veces no somos capaces de tolerarlo. Como es natural si estamos un poco cerca de ellos, sentimos su sufrimiento y lo sentimos como un sufrimiento propio. Se nos revuelven las entrañas y no podemos consentir su dolor. No estamos del todo deshumanizadas. Por eso los métodos conductistas proponen ir poco a poco, para cada día aguantar un poquito más ese sufrimiento mutuo. Esto tiene un nombre común, que es la «administración de la tortura», pues es una verdadera tortura la que infligimos a los bebés cuando hacemos esto, y nos infligimos a nosotras mismas, por mucho que se disfrace de norma pedagógica o pediátrica.

 

Varios científicos estadounidenses y canadiense (biólogos, neurólogos, psiquiatras, etc.), en la década de los noventa, realizaron diferentes investigaciones de gran importancia en relación a la etapa primal de la vida humana; demostraron que el roce piel con piel, cuerpo a cuerpo, del bebé con su madre y demás allegados, produce unos moduladores químicos necesarios para la formación de las neuronas y del sistema inmunológico; en fin, que la carencia de afecto corporal trastorna el desarrollo normal de las criaturas humanas. Por eso los bebés, cuando se les deja dormir sol@s en sus cunas, lloran reclamando lo que su naturaleza sabe que les pertenece.

En occidente se ha creado en los últimos 50 años una cultura y unos hábitos, impulsados por las multinacionales del sector, que elimina este cuerpo a cuerpo de la madre con la criatura y deshumaniza la crianza: al sustituir la piel por el plástico y la leche humana por la leche artificial, se separa más y más a la criatura de su madre. Incluso se han fabricado modelos de walkyes talkys especiales para escuchar al bebé desde habitaciones alejadas de la suya. El desarrollo industrial y tecnológico no se ha puesto al servicio de las pequeñas criaturas humanas, llegando la robotización de las funciones maternas a extremos insospechados.

 

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